La relación
naturaleza – sociedad y las diversas formas que ésta asume expresan en cada
momento histórico el grado de cultura generado por el hombre. Más allá del
debate académico el reto ineludible para las culturas del siglo XXI en general,
está dado, sin duda alguna, no sólo en la comprensión teórica de la relación
naturaleza - cultura – desarrollo sino de una manera especial, en los modelos
de valoración e intervención con los que puedan ser manejados los impactos
ocasionados.
Abordar la
dinámica de la relación naturaleza - cultura – desarrollo presupone
necesariamente la reflexión en torno a la relación naturaleza – sociedad así
como la reflexión sobre la cultura y sus especificidades como categoría imprescindible
para el estudio de los fenómenos sociales.
La actitud
asumida por el hombre ante la naturaleza condiciona en el pensamiento
filosófico, desde la antigüedad hasta nuestros días, diferentes visiones sobre
cada uno de estos conceptos y sobre sus nexos en particular.
Cultura
abarca todo lo sujeto a la elaboración y a la actividad creadora de los hombres
para destacar el carácter creador de la misma y la existencia de una segunda
naturaleza generada por la actividad del hombre, sin embargo es conveniente
tener en cuenta que toda cultura transcurre sobre un medio biofísico y que
necesariamente la cultura incorpora la base biológica sobre la que descansa, lo
que no significa que carezca de especificidades en tanto constituye un aspecto
cualitativo de la sociedad y de los fenómenos que en ella tienen lugar, así
como del nivel de desarrollo histórico alcanzado por el hombre.
Según
(Rodríguez, 1989:231), “…la cultura constituye un aspecto cualitativo de la
sociedad y de los fenómenos sociales, aquel aspecto que mide su nivel de
perfeccionamiento y desarrollo (…). El estado cualitativo de la sociedad se
expresa concretamente en el nivel alcanzado por la sociedad en el desarrollo de
sus fuerzas productivas, de sus relaciones sociales, de la producción material y
espiritual (…). Es por eso que al relacionar la cultura con la naturaleza se
capta el nivel de desarrollo y progreso de la sociedad humana, esto es, el
grado de humanización de la naturaleza y del propio hombre…”
Desde una
aproximación filosófica se subraya la idea de la cultura como creación humana
en tanto conjunto de realizaciones materiales y espirituales en las que se
objetiva la multifacética actividad humana, por lo que comprende los saberes,
destrezas, procedimientos, modos de actuación y resultados que se obtienen en
el proceso de transformación de la realidad por el hombre.
La cultura
es una forma de adaptación y asimilación de entornos, que permite a las
sociedades mantener cierto equilibrio con el medio externo a través de la
técnica, la organización social y en el cual, el medio ambiente es la premisa
necesaria, como substrato de la existencia y actuación humana.
Estas ideas,
aparecen en las obras de Carlos Marx y de Federico Engels. En el Capítulo V de
su obra cumbre Marx (1983:139) señala: “El trabajo es, en primer término, un
proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste regula y controla
mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza (…) Y a
la par que (...) actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma,
transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormían en
él…”.
Igual
importancia tiene en el análisis filosófico de la relación naturaleza – cultura
-desarrollo la siguiente idea expuesta por Marx (1983:141) “…lo que distingue a
las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace.
Los instrumentos de trabajo no son sólo el barómetro indicador del desarrollo
de la fuerza de trabajo del hombre, sino el exponente de las condiciones
sociales en que se trabaja…”
Las tesis de
Marx antes citadas resultan de significativa importancia para establecer las
diferentes etapas históricas en la relación naturaleza – sociedad atendiendo al
desarrollo de la actividad práctica y de las fuerzas productivas, significando con
ello además, que el acto de creación de instrumentos de trabajo y las
condiciones en las que se trabaja son también indicadores del desarrollo
cultural alcanzado.
Al abordar
desde el marxismo la relación naturaleza - sociedad es posible identificar tres
grandes etapas, según Kelle y Kovalzon (1985):
1. La
Revolución Neolítica: ligada al surgimiento de la agricultura y el paso de la
economía apropiadora a la economía productora.
2. La
Revolución Industrial: que marca el paso del trabajo artesanal al trabajo
maquinizado, y la creación de la industria.
3. La
Revolución Científico – Técnica: apoyada en la producción automatizada.
La etapas en
la relación naturaleza sociedad antes expuestas son también etapas en el
desarrollo de la cultura humana al enmarcase estas en revoluciones
tecnológicas, que expresan en su esencia el desarrollo alcanzado por la
humanidad.
De obligada
referencia en el análisis de esta problemática es Ribeiro (1992) al escoger
este autor a la tecnología y su desarrollo como criterio básico para el
análisis de la evolución sociocultural subrayando la idea de que las sociedades
humanas pueden explicarse en términos de una sucesión de revoluciones
tecnológicas y procesos civilizatorios mediante los cuales la mayoría de los
hombres pasan de una condición generalizada de cazadores y recolectores a otros
modos, más uniformes que diferenciados. Estos modos diferenciados de ser,
apunta Ribeiro, aunque varíen ampliamente en sus contenidos culturales, no lo
hacen de manera arbitraria porque se enmarcan en tres tipos de requerimientos.
Estos
requerimientos son para Ribeiro (1992:7- 8) los siguientes “…Primero, el
carácter acumulativo del proceso tecnológico que se desarrolla a partir de
formas más elementales hacia las formas más complejas, de acuerdo con una
secuencia irreversible. Segundo, las relaciones recíprocas entre el
equipamiento tecnológico empleado por una sociedad en su acción sobre la
naturaleza para producir bienes y la magnitud de su población, la forma de
organización de las relaciones internas entre sus miembros con otras
sociedades. Tercero, la interacción entre los esfuerzos por controlar la
naturaleza y ordenar las relaciones humanas, y la cultura, entendida ésta como
el patrimonio simbólico de los patrones de pensamiento y conocimientos que se
manifiestan, materialmente, en los objetos y bienes, en particular mediante la
conducta social; e, ideológicamente, mediante la comunicación simbólica y la
formulación de la experiencia social en sistemas de conocimientos, creencias y valores”.
El estudio
realizado por Ribeiro (1992) es importante porque demuestra que el desarrollo
de las sociedades y de las culturas está regido por un principio orientador
basado en el desarrollo acumulativo de la tecnología productiva y militar; que
a ciertos avances en esta línea progresiva corresponden cambios cualitativos de
carácter radical que permiten distinguirlos como etapas o fase de la evolución
sociocultural. Resulta interesante la idea aportada por este autor en cuanto a
la evolución sociocultural como movimiento histórico de cambio de los modos de
ser y vivir de los grupos humanos sobre sociedades concretas con base en el
desarrollo tecnológico.
La relación
tecnología – sociedad según Arana y Valdés (1999) pasa a través de la cultura
existente y por tanto, por sus valores, destacando la idea de que la tecnología
es un fenómeno cultural y de transformación social. Si la tecnología es un
hecho cultural, su práctica es la actividad de asimilación o de inclusión de
los resultados de la cultura en la sociedad, lo que condiciona la
estabilización y desestabilización de los sistemas culturales.
Ninguna
cultura es totalmente estable e inamovible. Toda cultura produce innovaciones
culturales que se traducen en nuevos artefactos y técnicas que emergen en los
diferentes entornos materiales, simbólicos, sociales o naturales. Existen
diversos procesos de innovación, ellos pueden surgir dentro de una misma
cultura como el resultado de la producción interna de algunos agentes o de la
apropiación de innovaciones ajenas y pertenecientes a otras culturas, o más
bien de la imposición de técnicas debida a otros agentes externos.
Posteriormente se producen los procesos de aceptación, apropiación o rechazo.
Estos
procesos producen lo que se llaman "cambios culturales". Los
"cambios culturales" implican la producción de innovaciones en la
forma de nuevas técnicas y artefactos, estas nuevas técnicas y artefactos
pueden transformar el medio cultural e impactar en el sistema cultural
establecido, también pueden desestabilizar sistemas culturales tradicionales,
cancelando sus recursos como en el caso del colonialismo según (Audefroy,
2007), quien refiere como ejemplos, el caso de la falta de agua en algunas
comunidades, o las intensas sequías del final del siglo XIX que impactaron
desastrosamente a las sociedades de la India, China y Brasil.
Son
importantes en igual sentido, las valoraciones de Pacey (1990) porque si bien
el desarrollo es impensable sin la tecnología, abrigar la esperanza de una
solución técnica que no incluya medidas culturales y sociales, es moverse en un
terreno ilusorio. Resultan valiosas las ideas de este autor en torno a la no
neutralidad de la tecnología dada la necesidad de tomar en consideración todo
el conjunto de actividades humanas que rodean a la máquina y que incluyen los
usos prácticos y sus funciones como símbolos de poder, entre otros, tal
análisis conduce a valorar a la tecnología como parte de la vida y no como
simple artefacto, pues la tecnología no actúa independientemente de los
propósitos humanos y de los valores de quienes generan, aplican o toman
decisiones de carácter tecnológico.
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