lunes, 5 de noviembre de 2012

Naturaleza, Cultura Y Desarrollo



La relación naturaleza – sociedad y las diversas formas que ésta asume expresan en cada momento histórico el grado de cultura generado por el hombre. Más allá del debate académico el reto ineludible para las culturas del siglo XXI en general, está dado, sin duda alguna, no sólo en la comprensión teórica de la relación naturaleza - cultura – desarrollo sino de una manera especial, en los modelos de valoración e intervención con los que puedan ser manejados los impactos ocasionados.

Abordar la dinámica de la relación naturaleza - cultura – desarrollo presupone necesariamente la reflexión en torno a la relación naturaleza – sociedad así como la reflexión sobre la cultura y sus especificidades como categoría imprescindible para el estudio de los fenómenos sociales.

La actitud asumida por el hombre ante la naturaleza condiciona en el pensamiento filosófico, desde la antigüedad hasta nuestros días, diferentes visiones sobre cada uno de estos conceptos y sobre sus nexos en particular.

Cultura abarca todo lo sujeto a la elaboración y a la actividad creadora de los hombres para destacar el carácter creador de la misma y la existencia de una segunda naturaleza generada por la actividad del hombre, sin embargo es conveniente tener en cuenta que toda cultura transcurre sobre un medio biofísico y que necesariamente la cultura incorpora la base biológica sobre la que descansa, lo que no significa que carezca de especificidades en tanto constituye un aspecto cualitativo de la sociedad y de los fenómenos que en ella tienen lugar, así como del nivel de desarrollo histórico alcanzado por el hombre.

Según (Rodríguez, 1989:231), “…la cultura constituye un aspecto cualitativo de la sociedad y de los fenómenos sociales, aquel aspecto que mide su nivel de perfeccionamiento y desarrollo (…). El estado cualitativo de la sociedad se expresa concretamente en el nivel alcanzado por la sociedad en el desarrollo de sus fuerzas productivas, de sus relaciones sociales, de la producción material y espiritual (…). Es por eso que al relacionar la cultura con la naturaleza se capta el nivel de desarrollo y progreso de la sociedad humana, esto es, el grado de humanización de la naturaleza y del propio hombre…”

Desde una aproximación filosófica se subraya la idea de la cultura como creación humana en tanto conjunto de realizaciones materiales y espirituales en las que se objetiva la multifacética actividad humana, por lo que comprende los saberes, destrezas, procedimientos, modos de actuación y resultados que se obtienen en el proceso de transformación de la realidad por el hombre.

La cultura es una forma de adaptación y asimilación de entornos, que permite a las sociedades mantener cierto equilibrio con el medio externo a través de la técnica, la organización social y en el cual, el medio ambiente es la premisa necesaria, como substrato de la existencia y actuación humana.

Estas ideas, aparecen en las obras de Carlos Marx y de Federico Engels. En el Capítulo V de su obra cumbre Marx (1983:139) señala: “El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza (…) Y a la par que (...) actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormían en él…”.

Igual importancia tiene en el análisis filosófico de la relación naturaleza – cultura -desarrollo la siguiente idea expuesta por Marx (1983:141) “…lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es lo que se hace, sino el cómo se hace. Los instrumentos de trabajo no son sólo el barómetro indicador del desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino el exponente de las condiciones sociales en que se trabaja…”

Las tesis de Marx antes citadas resultan de significativa importancia para establecer las diferentes etapas históricas en la relación naturaleza – sociedad atendiendo al desarrollo de la actividad práctica y de las fuerzas productivas, significando con ello además, que el acto de creación de instrumentos de trabajo y las condiciones en las que se trabaja son también indicadores del desarrollo cultural alcanzado.

Al abordar desde el marxismo la relación naturaleza - sociedad es posible identificar tres grandes etapas, según Kelle y Kovalzon (1985):

1. La Revolución Neolítica: ligada al surgimiento de la agricultura y el paso de la economía apropiadora a la economía productora.

2. La Revolución Industrial: que marca el paso del trabajo artesanal al trabajo maquinizado, y la creación de la industria.

3. La Revolución Científico – Técnica: apoyada en la producción automatizada.

La etapas en la relación naturaleza sociedad antes expuestas son también etapas en el desarrollo de la cultura humana al enmarcase estas en revoluciones tecnológicas, que expresan en su esencia el desarrollo alcanzado por la humanidad.

De obligada referencia en el análisis de esta problemática es Ribeiro (1992) al escoger este autor a la tecnología y su desarrollo como criterio básico para el análisis de la evolución sociocultural subrayando la idea de que las sociedades humanas pueden explicarse en términos de una sucesión de revoluciones tecnológicas y procesos civilizatorios mediante los cuales la mayoría de los hombres pasan de una condición generalizada de cazadores y recolectores a otros modos, más uniformes que diferenciados. Estos modos diferenciados de ser, apunta Ribeiro, aunque varíen ampliamente en sus contenidos culturales, no lo hacen de manera arbitraria porque se enmarcan en tres tipos de requerimientos.

Estos requerimientos son para Ribeiro (1992:7- 8) los siguientes “…Primero, el carácter acumulativo del proceso tecnológico que se desarrolla a partir de formas más elementales hacia las formas más complejas, de acuerdo con una secuencia irreversible. Segundo, las relaciones recíprocas entre el equipamiento tecnológico empleado por una sociedad en su acción sobre la naturaleza para producir bienes y la magnitud de su población, la forma de organización de las relaciones internas entre sus miembros con otras sociedades. Tercero, la interacción entre los esfuerzos por controlar la naturaleza y ordenar las relaciones humanas, y la cultura, entendida ésta como el patrimonio simbólico de los patrones de pensamiento y conocimientos que se manifiestan, materialmente, en los objetos y bienes, en particular mediante la conducta social; e, ideológicamente, mediante la comunicación simbólica y la formulación de la experiencia social en sistemas de conocimientos, creencias y valores”.

El estudio realizado por Ribeiro (1992) es importante porque demuestra que el desarrollo de las sociedades y de las culturas está regido por un principio orientador basado en el desarrollo acumulativo de la tecnología productiva y militar; que a ciertos avances en esta línea progresiva corresponden cambios cualitativos de carácter radical que permiten distinguirlos como etapas o fase de la evolución sociocultural. Resulta interesante la idea aportada por este autor en cuanto a la evolución sociocultural como movimiento histórico de cambio de los modos de ser y vivir de los grupos humanos sobre sociedades concretas con base en el desarrollo tecnológico.

La relación tecnología – sociedad según Arana y Valdés (1999) pasa a través de la cultura existente y por tanto, por sus valores, destacando la idea de que la tecnología es un fenómeno cultural y de transformación social. Si la tecnología es un hecho cultural, su práctica es la actividad de asimilación o de inclusión de los resultados de la cultura en la sociedad, lo que condiciona la estabilización y desestabilización de los sistemas culturales.

Ninguna cultura es totalmente estable e inamovible. Toda cultura produce innovaciones culturales que se traducen en nuevos artefactos y técnicas que emergen en los diferentes entornos materiales, simbólicos, sociales o naturales. Existen diversos procesos de innovación, ellos pueden surgir dentro de una misma cultura como el resultado de la producción interna de algunos agentes o de la apropiación de innovaciones ajenas y pertenecientes a otras culturas, o más bien de la imposición de técnicas debida a otros agentes externos. Posteriormente se producen los procesos de aceptación, apropiación o rechazo.

Estos procesos producen lo que se llaman "cambios culturales". Los "cambios culturales" implican la producción de innovaciones en la forma de nuevas técnicas y artefactos, estas nuevas técnicas y artefactos pueden transformar el medio cultural e impactar en el sistema cultural establecido, también pueden desestabilizar sistemas culturales tradicionales, cancelando sus recursos como en el caso del colonialismo según (Audefroy, 2007), quien refiere como ejemplos, el caso de la falta de agua en algunas comunidades, o las intensas sequías del final del siglo XIX que impactaron desastrosamente a las sociedades de la India, China y Brasil.

Son importantes en igual sentido, las valoraciones de Pacey (1990) porque si bien el desarrollo es impensable sin la tecnología, abrigar la esperanza de una solución técnica que no incluya medidas culturales y sociales, es moverse en un terreno ilusorio. Resultan valiosas las ideas de este autor en torno a la no neutralidad de la tecnología dada la necesidad de tomar en consideración todo el conjunto de actividades humanas que rodean a la máquina y que incluyen los usos prácticos y sus funciones como símbolos de poder, entre otros, tal análisis conduce a valorar a la tecnología como parte de la vida y no como simple artefacto, pues la tecnología no actúa independientemente de los propósitos humanos y de los valores de quienes generan, aplican o toman decisiones de carácter tecnológico.