jueves, 5 de junio de 2014

LOS FANTASMAS DEL ANTROPÓLOGO: A PROPÓSITO DE LOS CONFLICTOS ÉTNICOS EN EL PERÚ


Partiendo del ideal Estado-Nación, como un factor unitario social y cultural que se desarrolló con la política de la homogenización constitucional, se declaró la garantía individual y social en toda la historia republicana, con la prerrogativa de que: ʺToda persona tiene derecho a la igualdad ante la leyʺ, así el principio de la ʺigualdad ante la leyʺ caracterizó y definió las relaciones inter‐étnicas entre el Estado y los indígenas, racionalidad consecuente con la política imperante de la época.
Analizar la concepción indígena supone un desafío no solo a la jurisprudencia existente sobre el derecho territorial, sino también a la noción misma de sujeto de derecho, ello debido a las condiciones sociales, políticas y jurídicas, individuales y colectivas de la ocupación espacial, así como los procesos, expectativas, transformaciones y los conflictos que suscita.
Los intereses multinacionales crecientes en esta región, la movilidad de la población indígena, las políticas estatales de la gestión de los espacios amazónicos o las mutaciones culturales producidas por la globalización han logrado agilizar las contradicciones y el alejamiento entre los aparatos de gobierno y los pueblos amazónicos, contradicciones que lamentablemente concluyeron en conflictos étnicos e interculturales.
Sin embargo la única herramienta que encontró nuestro lastre aparato de gobierno para dar una solución “racional” a este tipo de conflictos, ha sido y siempre será la criminalización de los movimientos étnicos en pro de sus derechos vulnerados.
El 5 de junio de 2009 representa para todos los peruanos una fecha con sabor a inercia connacional, aquel día,  pudo ser recordado como el inicio del diálogo intercultural en defensa del medio ambiente, de la vida y de la Amazonía, pero culminó con un enfrentamiento que tiñó de sangre el país. Las contradicciones entre el Gobierno central y las etnias awajun y wampis de la provincia de Bagua llegaron a un punto de quiebre, cuyo saldo fue la pérdida de vidas humanas: 35 personas muertas, entre policías y nativos.

Si hablamos desde una perspectiva conservadora en el sentido de preservar el orden establecido diríamos que “el país necesita del progreso, necesita de la inversión privada y del desarrollo de proyectos que logren sacarnos del atasco sub desarrollista”, sin embargo, cierto sector del país no comparte esta visión determinista y suele preguntarse a menudo si los peruanos como “sociedad democrática”, estamos preparados o no para hacer respetar los derechos adquiridos de sus ciudadanos _incluidos los de los pueblos amazónicos_ a pesar de la legalidad vigente, a pesar de los convenios y declaraciones internacionales asumidas por el Perú y finalmente nos preguntaríamos si la democracia es lo suficientemente sólida como para evitar que grupos de poder continúen utilizando, para su propio beneficio, las prerrogativas que ofrece el Estado para la explotación de recursos naturales, en la más pura mentalidad colonial, sin importarle el precio en términos de convivencia social, conciencia democrática y decencia civil que esto implique.
Posiblemente muchos de los acá presentes, se continúan preguntando en qué espacios lograrán desempeñarse una vez finalizada la carrera universitaria, cuáles serían los obstáculos una vez ingresado al campo laboral y sobre cuál sería la incidencia de la antropología en  los procesos institucionales ya sea de la región o del país. Este tipo de interrogantes, en mi caso, surgieron a partir de los planteamientos de Degregori en su libro: Enseñanza de Antropología en el Perú, fue cuando descubrí que nuestra subjetividad es y será siempre el fantasma mayor durante toda nuestra etapa profesional:

 “..En efecto, desde temprano los pueblos indígenas fueron conceptualizados como el «otro». En torno a estos pueblos los antropólogos construyeron un conjunto de saberes, una identidad emblemática como gremio y una institucionalidad…Como en toda comunidad estudiada por antropólogos, en la nuestra sus miembros también se diferenciaban en clanes, barrios y cofradías, cada cual con sus iglesias y santos patrones teóricos, con sus ritos y sus heterodoxias, sus «ricos» y «pobres». No era una comunidad homogénea. Sus miembros reproducían las tensiones étnicas, regionales, clasistas y de género que atravesaban el país…” (Degregori: 2001) 

Definitivamente como antropólogos, nos tocó vivir una etapa un tanto incómoda o medianamente confusa, dicen los expertos que como ciencia estamos expuestos al dinamismo de nuestro objeto de estudio o también llamado paradigma científico, es cierto también que la antropología en el Perú a diferencia de norte américa o los países europeos, no se ha consolidado teóricamente como una escuela que logró fortalecer su paradigma científico, ello debido a lo bisoña de su institucionalización como cátedra universitaria.
Sin embargo ello no constituye el único factor que podría explicar las dificultades que encuentra el antropólogo peruano al momento de acudir al campo, pues existen también las circunstancias que involucran las nuevas relaciones de la Antropología peruana con el Estado y el Mercado, llevadas a cabo durante los últimos 30 años. Para ello, volveré a citar a Degregori:

“…los cambios vendrían durante la tercera etapa (aproximadamente 1980-2001). En este período la crisis de las Ciencias Sociales en todo el mundo; los límites cada vez más evidentes del paradigma andinista para explicar el país; la crisis del populismo y su proyecto homogenizador; la ausencia de un nuevo paradigma; la masiva despolitización de la sociedad y la intelectualidad peruana; así como las nuevas relaciones de la Antropología peruana con el Estado y el mercado, fueron reconfigurando un nuevo escenario donde cada vez se hacen más visibles las brechas étnicas, regionales, clasistas y de género pre-existentes al interior de la comunidad académica antropológica…” (Degregori: 2001)

Aclarado el panorama en el cual nos ubicamos, puedo decir que si el fantasma mayor está representado por “nuestra subjetividad” al momento de analizar los procesos socio-culturales del país, existen también los otros fantasmas como el “Gobierno central”, que nos admite en sus redes sólo si actuamos de acuerdo a los estamentos correctos o institucionalizados, estamentos que van de la mano con los intereses del “mercado trasnacional”, están los organismos nacionales e internacionales que buscan financiar nuestros proyectos de investigación bajo paradigmas totalmente ajenos a nuestro intereses científicos, y finalmente están también las masas de afligidos y desposeídos que ven en nosotros la esperanza de un futuro mejor. Por lo visto nuestro campo laboral es más que reducido si deseamos desarrollar una antropología puramente científica y sin la influencia de agentes externos que logren distorsionar nuestros fines como científicos sociales.

Los conflictos sociales que se vienen desarrollando actualmente, entre ellos, los conflictos étnicos o interculturales, ya sea por cuestiones de territorialidad, o vulnerabilidad de derechos, representan la apertura de nuevos espacios que involucran no solo a juristas o sociólogos, sino también a antropólogos, o por lo menos eso es lo que nos intenta evidenciar el nuevo perfil de la antropología en el país, somos, indica éste perfil: “El elemento consultor, el elemento conciliador o mediador dentro de los conflictos sociales o interculturales. No estamos para atizar el conflicto, estamos para resolverlos, nuestro fin es acercar a ambas partes y fijar un acuerdo que beneficie a ambos”.
Creo que el desempeño laboral de un antropólogo debería ser el de la búsqueda esencial de una antropología en su más purificadora presencia, intentando desechar cualquier subjetivismo y resaltando el carácter científico antes que cualquier actividad operaria o técnica.
Existe lo que muchos llaman la globalización económica por un lado ya la globalización científica por el otro, distando de ello si el proceso de globalización favorece o no al desarrollo científico de la antropología, citaremos nuevamente a Degregori:

“…el actual proceso de integración de antropólogos peruanos en redes académicas transnacionales favorece la hibridación y apertura de la disciplina a nuevas teorías, debates, métodos, etc. pero el problema radica en que tratándose de una sociedad tan excluyente como la nuestra, estos beneficios terminan por formar parte del capital simbólico y cultural de una pequeña élite de «globalizados», cada vez más aislada del resto de sus colegas «localizados»…” (Degregori: 2001)

La territorialidad de los pueblos indígenas ha sido, sin duda, uno de los temas más importantes de la antropología amazónica y lo seguirá siendo en las décadas por venir, los intereses multinacionales crecientes en los recursos naturales, la movilidad de la población, las revisiones de las políticas estatales de la gestión de los espacios amazónicos, las mutaciones de la percepción indígena sobre su entorno, entre otros factores de cambio, se confrontan hoy a una situación que constituye de extrema urgencia en las agendas de los aparatos de gobierno.